Jesús de Nazareth

Amaos los unos a los otros repetía:
Nunca el odio.
Buscaba amor entre sus hermanos.
Para transmitir al que sufría.
Él nos enseñó lo que nunca habíamos comprendido.
Qué aprendiera el hombre, que no sabía.
Qué recordará el hombre, que había olvidado.
No negarás tú esencia.

Judas preso de sus remordimientos, murmura:
¡Perdón, Maestro¡...... no soy más que un miserable.
Te he vendido....¡merezco la muerte¡.
Jesús le contestó. Hermano, estás perdonado.
La caravana llegó al lugar del calvario, había dos cruces con dos victímas colgadas aún con vida.
Dos soldados estaban abriendo un tercer foso para colocar la cruz que otros comenzaban a armar.
Le desatarón del madero que traía sobre sus hombros .
Volcarón su cuerpo sobre otros dos maderos que estaban en el suelo en forma de cruz.
Los verdugos levantarón la cruz para introducirla en el foso.

¡Padre, perdonalos, pues no saben lo que hacen¡.
Que mayor injusticia pudo existir que llevar a la muerte a un ser que sólo transmitió a sus hermanos, el mensaje de qué debían amarse.
Hubiera pedido a gritos ser el destinatario de esos clavos.
La cabeza que llevará la corona de espinas.
Entonces, recuerda esto, me respondiste.
Perdona Hermano.