El
hambre retuerce las tripas.
La Saliva
pasa inadvertida ante lo sólido,
y la cabeza
estalla cuando el estómago se olvida de digerir la nada.
¿Cuántas
veces sentiste hambre de abrazos?
¿Cuántas
veces te engañaron?
Incontables
minutos sin respiración te hicieron
pensar que morirías.
Descubriste
que ya estabas muerto,
desde el
mismo momento que lo decidiste.
Volviste a
nacer y tus entrañas se alimentaron de esperanza.
Ya no
preguntarás lo que siente el hombre cuando tiene hambre.